viernes, 19 de junio de 2009

Las albóndigas del L E Y

Muchos recuerdos tengo de la infancia con Don Aldemar, pero pocos tan dulces como el de las albóndigas del LEY; y no porque fueran especialmente sabrosas (aunque recuerdo que lo eran) sino porque ese era un pequeño secreto nuestro, un beneficio que ningún otro nieto o hijo disfrutó, mi codiciado privilegio, una prueba más (entre tantas otras) de que yo era su favorito, con la seguridad de que lo iba a seguir siendo (como efectivamente lo sigo siendo y con toda seguridad lo seré).

Ni él ni yo recordamos qué diligencias eran las que había que hacer, pero recordamos que bien podían ser al otro lado de la ciudad, Don Aldemar se las arreglaba para pasar por el almacén LEY y convidarme una de esas albóndigas antes de regresar a la casa.

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