Don Aldemar ya había contado el cuento de cuando era Arriero, pero hoy comenta más detalles de esa travesía: Después de pasar la noche en el páramo salían para Marulanda y allá desayunaban unos tamales tan deliciosos que donde todavía existieran iba y los buscaba. En el camino de regreso llevaban un maiz de tierra muy fría que demoraba hasta un año en dar fruto, pero que tenía un sabor que no encontraba en ningún otro maíz, al punto que todavía lo recuerda, casi 70 años después.
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